Verdades Y Mentiras by Nora Roberts

Verdades Y Mentiras by Nora Roberts

autor:Nora Roberts [Roberts, Nora]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2010-09-26T08:27:26.018000+00:00


* * *

Capítulo 17

Drake saludó con efusividad al vigilante de la entrada. Al pasar con el coche, comenzó a hundir la mano entre sus muslos con un rechinar los dientes. Los nervios le habían provocado un sarpullido cada vez más extenso e irritante que no había logrado aliviar con ninguna de las lociones ni pomadas sin receta que se había aplicado. Cuando llegó a la casa de invitados, iba gimoteando y hablando para sí mismo.

—Todo va a ir bien. No hay por qué preocuparse. Será entrar y salir y en cinco minutos estará todo arreglado.

Las gotas de sudor que se deslizaban por sus piernas convertían en un martirio el escozor de sus muslos en carne viva.

Le quedaban cuarenta y ocho horas para que venciera el plazo. La imagen de lo que podría hacerle Joseph con aquellos puños de hormigón le bastó para salir del vehículo a toda prisa.

No corría peligro alguno, al menos de eso estaba seguro. Eve se hallaba en Burbank rodando, y Julia había ido a entrevistar a la bruja de Anna. Lo único que tenía que hacer era entrar en la casa, copiar las cintas y salir.

Estuvo casi un minuto entero enredando con el pomo de la puerta antes de darse cuenta de que el lugar estaba cerrado con llave. Resoplando entre dientes, dio la vuelta a la casa corriendo para comprobar el estado de todas las ventanas y puertas. Cuando llegó al punto de partida, estaba sudando a mares.

No podía irse de allí con las manos vacías. Por mucho que se engañara a sí mismo, sabía que no tendría valor para volver. Tenía que ser ahora o nunca. Rascándose los muslos escocidos con los dedos, logró llegar hasta la terraza corriendo a trompicones. Una vez allí cogió un pequeño tiesto de petunias, lanzando miradas furtivas por encima del hombro. El tintineo del vidrio al hacerse añicos le pareció tan estrepitoso como el estruendo de un rifle de asalto, pero los marines no acudieron corriendo al contraataque.

El tiesto cayó de sus dedos sin fuerza para estrellarse contra las piedras de la terraza. Sin dejar de mirar a su espalda, Drake metió la mano por el agujero que había hecho y quitó el seguro.

Al verse dentro de la casa vacía sintió un cosquilleo de satisfacción y se armó de valor. Drake se dirigió de la cocina al despacho con paso firme y confiado, y cuando se dispuso a abrir el cajón lo hizo con cara sonriente. Por un instante sus ojos se quedaron en blanco; luego rió para sus adentros y abrió otro cajón. Y otro más.

La sonrisa se tornó una mueca en su rostro mientras seguía abriendo los cajones vacíos uno a uno para volver a cerrarlos de golpe.



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